Protesta
Las guerreras del ganchillo contraatacan
Enfundan el mobiliario urbano en trajes de lana como forma de protesta o reflexión, además de ser "muy terapéutico"
"Todo ocurrió fruto de la casualidad", reconoce. Siempre en el anonimato –sus acciones, aunque efímeras, no dejan de ser ilegales–, Beatriz explica cómo "se enamoró" de unas lanas que vio en una tienda de Madrid: "Me las traje a Palma sin saber muy bien qué hacer con ellas. "Como diseñadora toco diferentes materiales y técnicas" pero nunca había trabajado con pelo de oveja. Una visita de unos amigos de fuera le propone la idea de enseñarle el arte de tejer mientras toman el café en un bar.
Y así es como surgen las conocidas reuniones de este grupo de artistas urbanas. Sustituyen, cada miércoles, en diferentes espacios de la ciudad (desde mercerías emblemáticas pasando por bares pintorescos o incluso estuvieron en el extinto Centro de Residencia para Artistas Internacionales) el spray por aguja y la pintura por hilo. Porque su guerra se libra con paciencia y trabajo en equipo, pero con la misma intención subyacente que cualquier grafitero: disfrutar de lo que hacen, al tiempo que sus actividades sorprendan al ciudadano e incluso le inviten a reflexionar sobre algunos aspectos sociales. Reivindicar, commemorar días emblemáticos o mostrar su apoyo a causas sociales. "No había una intención reivindicativa al principio, eso vino después", relata su fundafora. "En el primer encuentro me sorprendió muchísimo comprobar que apenas nos conocíamos entre nosotras. Éramos un grupo de mujeres jóvenes sin mucha idea del ganchillo, salvo una señora mayor", añade.
De Estados Unidos a España
Y así, semana a semana, fueron compartiendo enseñanzas e investigaciones a través de la red, herramienta que ahora utilizan a través de su blog de abuelaframbuesa para comunicarse y dejar constancia de sus intervenciones. Cada día son más conocidas entre el sector cultural balear, ganando admiradores y nuevos ingresos. No quieren notoriedad pública, pues no dejan de ser unas mujeres "humildes", cuentan. Igual que aquellas bordadoras de Can Bonet a las que homenajearon el pasado mes de marzo, pero con Facebook.
¿Pero de dónde surge todo este rollo de tejer?, se preguntarán muchos. Lo cierto es que el arte de vestir las ciudades con lana no aparece en España como tal, sino que fue un movimiento que se extendió por el mundo entero después de que la artista Magda Sayeg decidiese adornar el picaporte de la puerta de su tienda en 2005 con una funda de lana tejida por ella misma, en señal de protesta ante la fealdad de su ciudad.
Farolas, puertas, vallas, alcantarillas, pilones, autobuses... la respuesta a este acto en el mundo fue unánime e inminente. Y no existe ningún mobiliario urbano que no haya sido ya customizado.
"Yo tejía desde niña", cuenta Cecilia, otra guerrillera que entró a formar parte del grupo, nada más constituirse, como "voluntaria". Cuenta que su experiencia con la lana no fue tan grata como ahora: "Era una forma de castigo. Mi padre era muy recto, y poniéndonos a tejer me mantenía vigilada durante las vacaciones". Hoy lo hace por placer y por solidaridad: "Quise colaborar cuando supe que estaban creando un corazón gigante de más de cinco metros con idea de subastarlo tras el terremoto de Japón", cuenta. Fue una de las primeras grandes acciones que realizaron como Loving-Club, aunque no tuvieron suerte en su cometido y el corazón no fue subastado: "Nos llegaron círculos de lana de todas partes de España, fue una experiencia muy bonita", evocan.
A embellecer las calles
A día de hoy, la lista ha aumentado y sus colaboraciones con diferentes instituciones también. Tras aquel corazón gigante, siguió la performance en la galería Lluc-Fluxà de Palma, en homenaje a las bordadoras de Can Bonet. "A menudo nos llegan propuestas de artistas para colaborar en distintos proyectos. Cuando se celebró el aniversario de estas bordadoras , nos pidieron que estuviésemos presentes, para escenificar las dos generaciones". De ahí surgió la idea de montar una flor gigante de punto, bajo la técnica del Amigurimi (piezas con volumen) de la que salía una preciosa bailarina. "Fue nuestra manera de reivindicar cómo las cosas artesanales no son de gente mayor", añaden.
Y así es. De hecho, las actividades que organizan este grupo de mujeres no son un caso aislado en España. Existen grupos de guerrilleras por todas las comunidades: Bilbao, Barcelona, Valencia, Alicante, Madrid, A Coruña, Castellar, Jaén, etc. En su mayoría reclaman los mismos conceptos de lo femenino y lo estético a través de la calle, y a ellas se unen las que saben hacer punto pero no ganchillo, las que saben hacer lo primero pero no segundo, y las que no saben hacer nada o todo a la vez. El único requisito es tener ganas de compartir el tiempo. Su última hazaña, la campaña internacional por la lana, promovida por el príncipe Carlos de Gales,para ayudar a la industria lanera con problemas serios. A ella se suman ciudades de todo el mundo, incluídas Madrid y las ganchilleras mallorquinas. Porque como le espetó el padre de Beatriz a su madre: "Tejer no es de viejas, tejer, es arte".
DIARIO DE MALLORCA. 12/11/2012